Pequeños relatos de la condición humana. Retales de un microcosmos que refleja la intimidad de la persona y su entorno sin pretensión alguna, fruto de la cotidaneidad, de la casualidad, también del abandono. Son diferentes instantáneas que me he encontrado en algunos de mis viajes (Santiago de Cuba, La Habana, Francfurt, Chequia, Lituania, Sicilia y Hong Kong). Escenas urbanas en su mayoría. El tiempo detenido en un diapasón. El cuerpo íntimo, el cuerpo abandonado. Vigía solitario que pierde su mirada en esa espera infinita, horizonte desnudo, el acontecimiento que nunca llega, como sucede en el fantástico libro de Dino Buzzati «El desierto de los tartaros». La vida como sala de espera. Diletantes inapetentes que, en algún momento han descabalgado de su montura dejándose llevar. Presencia de la ausencia. El instante absoluto, eterno, despojado de cualquier artificio que cuestione su naturaleza.
La persona es el leimotiv que recorre la obra, aunque también hay entornos y objetos que comparten la naturaleza quebradiza del poder de ese instante absoluto, eterno. Son momentos humildes, ajenos a cualquier juicio pretencioso, ajenos a todo artificio, existen sin más, sin barniz alguno, momificados en el tiempo.