Rostros que te miran interrogándose el porqué de sus circunstancias, de su condición. Desesperación, ansiedad, miedo, humillación, incertidumbre. Cada uno de ellos padeció la socialización del individuo, como entidad que forma parte de un todo unificado, sin espacio posible para lo singular. La colectivización del ser, no era algo que se cuestionara, cualquier discurso ajeno a la misma era extirpado, algo tóxico para las intenciones del partido. Vivir en Libertad era una utopía, el discurso de las ideas avanzaba en una única dirección (el ideario del partido). Fueron millones las victimas fruto de esta represión sin sentido. Un sistema político que extirpo todo aquello que cuestionara el aparato del partido. La ausencia de color intensifica la perdida. Recuperar la memoria de aquellos que no sobrevivieron es una especie de pequeño homenaje, también un deber moral. Un trabajo al que he dedicado 6 años de gran intensidad y que me ha ayudado a comprender la esencia de lo humano en toda su extensión.
El instante violento, la pérdida, el dolor, todo esto y mucho más, es el dialogo sordo que adivinamos más allá de sus miradas. Un vacío interior que late con desesperación, soportando el existir como una carga que ha vencido al cuerpo desalojándolo a un destino incierto, incómodo.